Históricamente, el dinero no sólo ha sido el medio que hemos utilizado para llevar a cabo transacciones económicas, sirviendo de esta manera a la generación de prosperidad, también ha constituido, desde su aparición en la Edad de Bronce, la medida de valor por excelencia, la reserva principal de riqueza, de ahorro y una garantía para la independencia. La existencia del dinero en metálico, de la moneda, está tan íntimamente arraigada en todas las culturas y sociedades humanas que su desaparición supondría igualmente el fin, tal y como los conocemos, de los derechos a nuestra intimidad, privacidad y libertad. Si queremos salvaguardar estos derechos tendremos que preservar el dinero en metálico, ya que sin él se crean las condiciones idóneas para el establecimiento de gobiernos totalitarios que regulen todos los aspectos de nuestra vida, tanto pública como privada.